En "Bailando en la Obscuridad" conocemos a Selma, una humilde inmigrante
checoslovaca trabajando en una fábrica del norte de los Estados Unidos para
mantener a su hijo y llevar una vida digna, tal como lo vió en las películas
norteamericanas. En la humilde vida que lleva, esta mujer está rodeada de
la sencilla gente del pueblo, que en mayor o menor medida la apoya; su pasión
son las películas musicales de antaño, y en ocasiones eso es lo único que
la conforta. Pero Selma carga con un secreto que pone en peligro su trabajo
y el futuro de su hijo y que afectará profundamente a la gente que la rodea.
Esa pasión por los musicales (se escuchan varias canciones de "La Novicia
Rebelde", que cantadas por Björk toman un matiz muy diferente al acostumbrado)
se manifiesta en varias secuencias de baile que realmente chocan con el tono
super realista de la cinta. El director Lars von Trier echó mano de las técnicas
que su movimiento rechaza (como música, coreografía y montaje), lo que parece
comprometer los principios del Dogme. Pero siento que esa fue la intención.
La inclusión de estas escenas contrasta fuertemente con el tono pesimista
y crudo de la cinta, lo que le agrega una nueva dimensión... al principio
cuesta trabajo asimilar esas escenas, pero eventualmente justifican su presencia
y añaden significado a lo que de otro modo hubiera sido un vano ejercicio
nihilista.
Evidentemente, una película que busca deshacerse del artificio del cine contemporáneo
queda a merced del talento del director y sus actores. Al no haber distractores
(salvo, en este caso, las secuencias musicales), la atención se centra únicamente
en los personajes y en las emociones que transmiten. Igualmente se requiere
de un guión ágil en su desarrollo, pero con la profundidad necesaria para
respaldar las actuaciones, dando un marco apropiado para la creación de los
sentimientos que la historia pretende transmitir.
PUBLICADO: MARQUEZ MILLAN YANITZA ESMERALDA.
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